El tiempo del recao
Autor: José Luis Sierra López
Mi
padre leía contadores de casas en Fuentes Fluviales. Imagino que su sueldo era
modesto y, aunque no teníamos ningún lujo, siempre teníamos, como dicen por
ahí, comida en la mesa. Algunos momentos más que otros.
Para
esa época, la Autoridad pasaba por periodos álgidos de huelgas que duraban
meses y los trabajadores no cobraban. Esas luchas son importantes. En esos y
otros momentos difíciles, mis padres ingeniaron una elaborada estrategia para
hacer y vender sofrito. Mi padre separó la tierra del patio con precisión y
sembró ajicitos, cilantrillo y, por supuesto, recao.
Mi madre recibía las órdenes con los
respectivos frascos. Es decir, las personas llegaban a casa con uno o varios
frascos vacíos de cristal, de café, aceitunas, ajo molido, lo que fuera.
Dependiendo del tamaño del frasco mi madre, a ojo calculaba su valor, “$3, $4,
$5…” A mí siempre me parecía una habilidad magistral. Luego que ellos hacían el
molido (el cual dura tres días en la nariz) íbamos por todo el vecindario a
repartirlos.
Mami le ponía un pedazo de cinta adhesiva
con el nombre que correspondía, aunque en realidad ella recordaba muy bien
quién le había traído qué pote. No me molestaba cargarlos en bolsas a pie, pero
el tintineo del roce de los cristales me asustaba porque pensaba que se
romperían.
En
navidad agregaban el tembleque a la oferta. Mi padre, como no podía ser
sencillo, tumbaba cocos, los molía y los exprimía con un pañuelo para hacer la
leche.
Ellos
se las arreglaban. Mis hermanos eran pequeños y yo, aunque mayor, un nene
también. Por supuesto, unos días eran mejores que otros.
Nunca
olvido la noche de los coditos. No tengo mucho que contar. Solo eso apareció en
el plato. Sin embargo, no es lo que vive más preciso en mi memoria. Nada como
el silencio cargado de mis padres en aquella mesa.
Nunca sufrimos. Más me dolía su tristeza que los coditos. Da igual. Un día uno come más que el otro. Así es. La comida del pobre llega toda junta.
Y venían tiempos mejores. Navidades con pasteles en el freezer. Otros tiempos. Otros cuentos.
No hace mucho recogía acerolas en el patio y vi algunas matas de recao que todavia vivas, se asomaban, como atrevidas. Algo sonreídas.