DISPONIBLE EN AMAZON.COM


(Pulsa el recuadro del libro arriba desde donde estés para regresar a la página principal)

Presione aquí para enlace del libro en Amazon


No olvides dejar tus comentarios

miércoles, 6 de junio de 2018

Cuento: Expreso sin regreso


Expreso sin regreso

José Luis Sierra


Estoy en pie en la cumbre: atrás, el llano;

debajo, la honda vertical pendiente;

arriba está la bóveda esplendente
donde se interna el ideal humano.
José De Diego

El solemne expreso se impone ante la gran masa de carros de Toa Baja a Bayamón. Imponente serpiente de cemento: imposible ignorarla. El expreso De Diego conecta al tercer mundo, aquellos pueblos extraños, con la gran San Juan. De la misma forma, tristemente te aleja de la cuidad y te regresa a lo burdo, a lo ignorante, a lo lejano.
Uno de sus tramos es adornado por un imponente edificio crema con detalles azul turquesa. La cárcel. Es de imaginar que algún arquitecto la diseñó pensando en el maravilloso azul del cielo boricua. Grandes tubos se entrelazan en su techo y pequeñas ventanas se ven a lo lejos. A veces, decenas de cabezas se ven a la distancia, asomadas por las ventanas del monstruo.
Hoy un grupo de personas está allí, en el carril de paseo del expreso. Se pueden ver solo por unos segundos antes  de que el torbellino de autos te empuje en su afán de llegar a San Juan. Están allí parados en una peligrosa marginal, haciendo señas hacia el edificio. Es difícil no verlos. Se ven agitados, desesperados. Vestidos con ropa de domingo, a cientos de metros de aquel edificio espléndido.
Una mujer de mediana edad levanta un bulto en alto, un pequeño bebé envuelto en una colcha azul. Un hombre de similar edad, a su lado, habla por el celular y agita la otra mano, como saludando. Otra mujer, muy mayor, mira al suelo, viendo dónde afirmar en una zona segura las débiles piernas y devuelve la vista al gigante azul. Aquel terreno debe ser traicionero... Su falda es larga, muy larga y negra. Un moño recoge sus cabellos. Y hay una tristeza infinita en su mirada... Los tres en su afán de saludar las cabezas que se ven a la distancia, asomadas por las ventanas.
 Mientras tanto, te traga la rutina, la velocidad, la indiferencia, el expreso sin regreso… Pero ya no es posible pensar en otra cosa. ¡Ojalá el preso esté contento! ¡Ojalá vea al bebé, a su hijo, aunque sea a la distancia!

No hay comentarios:

Publicar un comentario