¡Gracias a Dios que
existen los moles!
José Luis Sierra
Las luces de Navidad
vuelven a aparecer. Poco a poco van encendiéndose por aquí y por allá. Sobre
todo, luego de la noche de acción de gracias. Qué bueno que pudimos dar gracias
en el espíritu de esos hombres sacrificados que vinieron a rescatar tierras
llenas de indios ignorantes… Aunque eso fue lejos de Puerto Rico, pero vale la
pena dar gracias. Me gusta esa celebración: manteles finos, el pavo en la mesa,
¡tanta abundancia! Debo recordar darle las cosas que sobraron en mi casa al
vecino. Él es voluntario de una iglesia o un programa ahí que les lleva comida
a los vagabundos. Pobre
gente… Bueno, en lo profundo no me dan tanta pena, solo que no me gusta verlos.
Mi peor pesadilla sería tocarlos o que me tocaran. Qué horror…
Hoy voy
de tiendas. (¡Por
fin, un día libre!) Debo conseguir algunas cosas que necesito antes de
que se agoten. Me pongo la ropa de mol.
Le llamo ropa de mol porque es una ropa que debe tener cierta actitud. Como en
los anuncios de televisión. Es un outfit
que parece casual, pero que es de marca, por supuesto; un outfit que debe tener cierto aire fashion, pero a la vez debe
parecer uno al que no se le ha dedicado demasiada atención.
¡Gracias a Dios que existen los moles, no seríamos nada sin ellos! Bueno, algunos moles, porque la verdad es que -como dice mi amiga Jackeline- hay una gran
diferencia entre Plaza las Américas y Plaza Carolina. Una diferencia
fundamental. ¡LA GENTE! Qué bárbaros. Mira que en Cacolina hay cacos... Ella dice que en Carolina las mujeres andan
en rolos por todo el mol, como si nadie las viera, o con chancletas metedeo. Mi amiga sabe de esas cosas,
ella es trabajadora social y para eso estudió.
Por supuesto
que no iré
a Plaza Carolina. No estoy en el mood de ver rolos ni dubidubis. Me monto en mi guagua, con
cierto aire y con mucha gracia. Es como si fuera con algo de prisa, pero con
todos los movimientos calculados: hombros arriba, gracioso contoneo de caderas
y, finalmente, subo los pies. Cierro la puerta y sonrío (como si alguien me
estuviera viendo). Quizás parezca gigantesca la guagua para mi delicado cuerpo,
pero, bueno, es cuestión de hacer el contraste: una mujer siempre debe verse
delicada. Prendo el aire porque hace calor. Y también porque es importante que
el aire me mueva el pelo. Hay que mostrarle a todo el mundo que el pelo de una es lacio y se mueve
con facilidad.
Me encanta admirar los billboards en la carretera. Esa gente
tan bella... Esos modelos son todo blanquedad y flacura. Esos pelos tan lacios…
Ojalá me viera como ellos cuando me miro en el espejo. ¡Qué chavienda! Aquí en
el mol nunca hay parkin. Y esas filas tan
largas en esta época... Sin duda, un problema que el gobierno o alguien
debería resolver. Mucha de esa gente viene a gastar el dinero que reciben del
PAN. Aprovechados. ¿Y esos viejos imprudentes en las filas? Debería haber una
fila especial para ellos, como en el banco.
De regreso a mi casa, me
recreo mirando los adornos navideños que los vecinos de mi calle han puesto en
sus patios. Parece que están de moda esos muñecos inflables. Están por todas
partes. Se ven tan bonitos... Para ver mejor necesito quitarme las gafas de
sol. Este país
es tan caliente, uf, hasta en navidad hace calor.
Mira qué lindo ese: un venadito. Está dentro de una bola y cae nieve. Muy cute. De veras que los que hacen esos
adornos se las traen, porque mira que se ven lindos. Muy dentro de mí los
prefiero a otros que venden por ahí. ¿Cómo se les ocurre que voy a poner un establo con vacas y bueyes en mi sala?
Mi jefe… Lo acabo de
recordar. De él no me puedo quejar. Siempre me saluda y me llama aparte para
ver cómo van las ventas. La gente dice que se la pasa jugando golf y que el
viento fuerte que se escucha cuando llama es porque siempre está jugando. Bueno,
para eso es el dueño, él se lo ha ganado. Mi jefe es muy elegante y tiene un
mega carro. Solo superado por el Bentley
del legislador ese, cómo se llama, bueno uno ahí. Y las prendas que usa... ¡uy!
Un día alcancé a ver un cuadre total de ventas. ¡Era astronómico! Siempre he
imaginado su casa: un amplio recibidor, muchos cuadros bonitos, una decoración minimalista, el piso de mármol blanco…
Además él se ocupa de nosotros. Un día uno de los muchachos se cayó y lo
enviaron al Fondo. El jefe siempre nos da un bono de Navidad en cupones de 20
por ciento de descuento para ser redimido en compras en la misma compañía y lo
acompaña además con una tarjetita de Navidad de un Santa Clós bien bonita. Aquí
se venden cosas que en otros países no tienen. La verdad es que les debemos a
los americanos que nos hayan traído el pavo, la Navidad, los inodoros… Entre
otras muchas cosas...
En ocasiones algunos compañeros han dicho que deberíamos quejarnos del jefe porque
no nos paga horas extra y nos explota. Pero en el fondo hay que admitir que es
una persona buena. Del dinero que se recoge entre los empleados, él siempre les
compra regalos a los niños pobres. No es mucho realmente, pero algo es algo.
Eso es loable y, de paso, le hace promoción a la empresa. Él mismo les escribe
una tarjeta donde les desea lo mejor. Es un tipo bien carismático, siempre anda
trajeado. Y su esposa sí que es elegantísima. Y muy fina. Tiene un pelo rubio
natural fabuloso. Un día vino y vi su cartera Guchi, y por supuesto que no era de imitación. Yo me atreví a
hacerle un comentario sobre la cartera. Y me dijo que la había comprado en
Roma. Ay, algún día espero tener esa vida… Imagínate: Roma… Eso es allá por
Australia o algo así, bueno, no sé, pero es lejos. Cuando ella viene, yo la
trato con mucho respeto y busco a alguien que le cargue los paquetes. Alguno de
los empleados parceleros esos, de los que no tienen mucha educación y que
contratan no sé para qué. Siempre que puedo les recuerdo que deben agradecer el
trabajo que tienen. Por lo menos se les da una oportunidad. Porque, de otra
manera, continuarían en los barrios horribles esos de donde vienen y nunca saldrían
de ahí.
Bueno, ya debo acostarme.
Mañana me espera un día fatal. Probablemente estaré en la maldita caja
registradora esa por más de 10 horas. Como es Navidad, la gente anda como loca,
comprando a última hora. Maldito trabajo. Ojalá encuentre otro pronto.
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